miércoles, 15 de abril de 2015

La cabina de teléfono

       Voy a comentaros algo que me ronda la cabeza desde hace algún tiempo. Digamos que es algo sin importancia, que no la tiene y que probablemente no la tendría si no hubiese rescatado para mí esta bella historia.
Todas las mañanas en el camino al trabajo me encuentro con un hombre, es un hombre mayor, de unos 75 años, para acotar pensamientos, vestido elegantemente con chaqueta y andar vigoroso, lleva siempre la mano en el bolsillo preparada como para disponer con ella algo. Llega a la misma hora que yo pero no trabajamos juntos, él sabe que tiene una misión. Yo me dispongo con mis quehaceres diarios y nunca me presta atención, nada que pueda perturbar lo que trama. Se me acerca, se acerca mucho ¿o soy yo el que se acerca a él? Siempre el mismo guion.
Se dirige hacia una cabina de teléfonos, de esas que ya no tienen puertas como antes porque el hablar por cable ha dejado de ser un asunto misterioso y oculto como los más viejos del lugar recordarán, lo que costaba hacer una llamada a los amigos con los padres delante. Descuelga el auricular y ahora sí, saca la mano del bolsillo y rebusca en la cartera una pequeña tarjeta para poder acceder a la llamada. Es una tarjeta de esas que se ha denominado de prepago, cosa que no entiendo porque cuando te la dan, la cobran y el pago ya está hecho, si no se utilizara nunca, la cantidad ya ha sido cargada en la cuenta de telefónica a pesar de que el gasto, valga la redundancia, está sin gastar. La introduce, marca y espera. Sigo con mi trabajo, hago como que no le tomo atención, pero me intriga.
Enseguida tiene a alguien al otro lado de la linea. Y siempre dice la misma canción: Hehehehe... hehehe... hehehe. Después, mirando hacia el cielo, ese cielo que le esperará algún día, comenta si es sol, nuboso o encapotado. Y así todos los días.
¿Pero de que ríe sin cruzar palabra? ¿Quién está al otro lado del teléfono? ¿Es siempre la misma persona? Dudas que me atormentan. Cómo puedo estar pendiente de algo que no tiene la más mínima importancia, cómo taladro mi cerebro intentando buscar explicación a esas risas de buena mañana, cómo es tan puntual a su cita un señor jubilado antes de las ocho de la mañana. No puedo más, tengo que buscar las respuestas escuchando algo más de esas conversaciones matutinas. Y lo intento, es imposible, no hablan de nada que no sea el tiempo que hace y cuatro hehehés más. pero hoy ha llegado tarde. Parecía nervioso, quizás por la tardanza en llamar, quizás por... pongo la oreja, los sentidos, nada. Oigo su risa, parece que los nervios acaban de marchar, sí... debía ser por lo de la hora. Siguiendo este mismo protocolo, sigue hablando cada vez más bajo para en nada, colgar. Y se va.
Y yo le espero día tras día, lo veo llegar, sacar la tarjeta y sus jajajás. ¿Me atreveré a preguntarle por sus risas y quién es el misterioso al otro lado del teléfono? Digo no. Digo no porque creo que no me contestaría y seguramente se quedaría más flipado que yo al hacerle la pregunta. Pero lo tengo que intentar, quizás mañana. No hay otra, pienso, y me dirijo como una bala a preguntarle armándome de valor.

- "Buen día amable señor ¿tendría unos segundos para atenderme?"
- "Sí, además quería hablar yo con usted"


Hostias... eso si que no me lo esperaba. Dejo de temblar, respiro, le miro a los ojos y siento cómo me late el corazón como si estuviese ahora mismo rodeado por toda la comisaría de policía.

- Le escucho...
- ¡No hombre, pregunte pregunte usted!
- Es que tengo una duda ¿porqué razón llama usted desde esta cabina todas las mañanas?
- Mire, a eso no le puedo responder.


La hemos jodido, ya no sé qué hacer ¿como puedo desentrañar la historia de mi abuelico el de la cabina?
Pues no, no es así. Mis miedos adquiridos desde pequeño a entablar conversación con una persona desconocida no han desaparecido.
Guardaré el deseo para otra ocasión.
Pero qué es lo que hace que me pregunte quién está al otro lado del teléfono de manera tan reiterada todos los días. El querer saber, el disponer de toda la información para crearme un concepto, para saber qué pensar.
He estado a punto de conseguir el sueño, preguntar.
He despertado y todo seguía igual.
Y mañana soñaré con un viejecito hablando desde una cabina y mi esperanza se hará de rogar no porque yo quiera, sino porque la esperanza es saber esperar.

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