lunes, 24 de noviembre de 2014

Siempre en medio



A esas personas que están en medio
Voy a empezar diciendo una cosa: estorban. Se encuentran en el sitio común de paso.
A esa persona que estorba: al menos recordarle que está en medio. El problema se agudiza porque nadie lo reconoce, han llegado ahí por mérito propio y el transgresor debe rodear al acusado, punto uno. La calle es de todos.
Suenan risas y murmullos, el apartado no quiere y se resigna a ser apartado, insiste. Los ha visto más chulos que tú.
Este apartado o punto uno, es breve. Se soluciona aplicando un rodeo, esquivando ligero el codo del anfitrión que bloquea la puerta, el susodicho, el carcamal, el retaco vacilón que nos está impidiendo el acceso a la puerta, entrada, pasillo o cualquier lugar en el que él haya decidido que es en medio y entorpecer tus pasos. La otra solución es darle un manotazo y esperar, ya no está en medio, valga la redundancia, quitar de en medio.
Punto dos. No se va a quitar de en medio y le molesta que se lo preguntes. Conflicto. Desastre, se menean los cimientos bajo la corteza craneal por qué, me pregunto. Quizás no debiera pasar por ahí. Cuando las palabras son huérfanas de afecto la lucha toma las riendas y arremete sin compasión. Miro para otro lado, me encanta, con precaución y disimulo mirar para otro lado, alejar la mirada hacia el más allá de los muertos, como si no estuviese aquí. Insisto, me dispongo e intento por segunda vez llegar a mi destino, tan solo a dos pasos más en dirección recta. No tengo carnet de conducir, ni lo he tenido, tener unas buenas piernas y el transporte público ayuda a ello. Quiero pasar por aquí.
Oposición, no contento en su primer intento, el del codo, ahora he ganado un placaje frontal de rugby. El individuo a optado por además mostrar una mirada desafiante. Sus amigos le observan, yo creo que le tienen miedo, es el del medio de la pandilla. ¿Y mi cara? Mi cara es un poema, sonrojo, sudor, escalofrío, qué me está pasando, puedo controlar mis instintos de un frenazo. - ¿Sería tan amable de dejarme pasar?
Ese segundo se ha hecho eterno, ¿me habrá escuchado? ¿estará haciéndose el tonto a propósito?
Oigo algo comenzado a moverse en sus entrañas, algo cerdo y estrepitoso, un rebuzno ensordecido, el sonido quejoso de un portón abandonado. Los emite su interior... bueno ese tío expele por los cuatro costados.
Me mira.
Sus amigos le miran, dejan de respirar pero reaccionan, se apartan ante esos buenos modales proferidos. Normal. Y por primera vez noto reacción ante la sorpresa de todos, intenta entender mis palabras. Respiro.
No debo abrir la boca y apretar mucho la nuez a la glotis para comprender que no vamos a ser ni mucho menos amigos, tal vez no volvamos a hablar pero ¿se apartará de una jodida vez de en medio? y ahí va...

- Pues hombre... pasa pasa
- Pues hombre, haberlo dicho
- Pa qué quieres pasar
- ¿Es que no tienes otro sitio por donde pasar?

El primer intento suele salir mal, a pesar de tener formación académica, creo que se aprende en la calle. Sortear a gente cuando vas andando a todas partes se aprende desde pequeño, vayas en bici o a pie y ya nunca se olvida.
Con quién si que de verdad no puedo son:
- La chica bonita que se gira y hace como que no va con ella y sigue hablando con las amigas.
¿Cómo voy a decirle nada a una niña? De mala educación como poco, pienso y ya te puedes quedar estático no vayan a pensar que quieres ligar con ella.
- Que el que gire la cabeza y haga como si no estuvieras fuese un varón y ya no tan bajito.
Notas de repente como todos sus amigos se ponen a tu alrededor sin moverse, como verdaderos fantasmas de muchos ojos que ven todo en ti. Mal, se empieza a poner la cosa fea y aquí las piernas juegan un gran papel. ¿Pero porqué coño no me deja pasar?
- La viejecita
Buenooo, ahora lo entiendo. Tú vas en un autobús y la señora de delante que hace unos instantes acababas de ayudar a subir el primer escalón y con ese pretexto, colarse, ha montado entre el bastón y el bolsón colgado del brazo una barricada-tapón de muy padre señor mío. Gente sin subir todavía, el bus parado, muchas personas poniéndose de puntillas para saber que pasa más adelante. La cosa no fluye. Comprendo su lentitud, pero no su chulería al cerrar el paso. Escudriña un asiento libre antes de nada y entorpece en cada movimiento el de los demás. Aguanto, no tengo prisa, ella tampoco. Uno a uno mira a todos los pasajeros sentados. Ellos ni la miran, pero sabe perfectamente cual de ellos va a bajar a la siguiente parada, pone mucha atención.
Yo también, al primer error, regate y esquivar el bastón pero ojo no haya puesto su ojo en la misma dirección. No te dará tiempo a reaccionar. Las colas son el eslabón de una cadena y ellas son el primero. Nos paren, educan, quieren y llegadas a una cierta edad, formas parte de lo único por lo que merece vivir esta vida, sus hijos. Las personas mayores ¿Pero qué hacemos cuando una de estas está en medio?
Ahora todos diréis: Hombre yo, le daría un abrazo.
Es absurdo, siento algo raro si abrazo a desconocidas. Huelen raro, se percibe mucho más. No siempre el individuo en cuestión queda satisfecho con tres manotazos en la espalda. Abrazar es para enamorados. Con mis casi 100 kilos pocos se prestan a que les de un abrazo. Normal.
Dejo mis pretensiones abrazatorias y retomo el camino del despiste, ojalá fuese fácil encontrar un hueco, un resquicio que me permitiese pasar fuese por donde fuese y llegar al fondo que siempre hay sitio y donde una persona de avanzada edad, nunca optará a llegar. La vista se hace exageradamente corta con la edad y esperan ser vistas al menos a la hora de bajar.
Y tanto tanto escribí aquella vez, sin apartar la vista de la pantalla del móvil, a toda velocidad que olvidé la noción del tiempo mientras pulsaba sin cesar y todo lo que aquí corroboro, se volvió en contra mía aunque agradezco la paciencia al lector para encontrar al final, de verdad, alguna lógica interfiriendo el paso, mezclando niñas y abuelas, odio al que siempre en medio está.


Foto @elninodelaselva en el Tranvía de Zaragoza

lunes, 17 de noviembre de 2014

Urko y el Paradys

Llegó el día. Sonaron las canciones fúnebres, nada nos parece igual.
Desde mi asiento oigo pasar a la gente, cabizbajos, en silencio, sin abrir la boca. La música sigue.
Tenía que ser domingo, tenías que ser tú. ¿No había nadie para elegir? En medio del murmullo de pies se alza un grito y unas guitarras lanzan sus eléctricos acordes. No se puede esperar más, está todo preparado, nos cogió por sorpresa y te irás sin ellas a un mundo que no las necesitarás, nosotros pondremos las lágrimas, el bombo no dejará de repicar.
Los recuerdos se pisotean, se dan codazos, se empujan, caen y vuelven a la lucha pero son solo recuerdos. Un bar, una gente, un todo que no existe ya. Amigos, familia, Zaragoza entera llora a la vez. Ha sido un mal despertar.
La televisión sigue puesta, no habla nadie de ti. Quiero dejar de llorar y no puedo. No me gusta que me vean llorar.
Daba igual si tu voto estaba en la izquierda en el centro o en la derecha, nunca nos importó lo más mínimo si había concierto, festival o muestra, la música estaba por encima de los andamios, del yeso o del pladur. Eramos amigos sin más.
Jodido tenerte que enterrar. Si estuvieses con nosotros seguro que dirías que lo estamos haciendo todo mal, que "no sabéis, dejadme que lo haga yo" y como eras el puto jefe, nosotros te dejábamos.
Hoy hace un día soleado, poco importa, para nosotros el día se ha vuelto gris. Noto las collejas, las risas, las jarras y esa canción de The Cult que nos machacaste en la adolescencia. Y el "Jinx" de los Peter and The Test Tube Babies que nos gustaba tanto. Oigo quien dice que la próxima que sonará será de los The Cure, esos moñas, sin pensar que en una fracción de segundo podías cambiar el longplay y con una sola mano, abrirlo, sacarlo, cambiarlo y ponerlo, para con la otra ir subiendo ya el volumen. Tú fuiste el que nos enseñaste a conservar los vinilos, a cuidarlos como a nuestra madre, a sacarles brillo y a no tener nunca un disco rayado. Con los coches eras otra cosa, te gustaban los coches mucho, grandes como tú. Eran tiempos en los que ya se hacía difícil aparcar pero siempre encontrabas sitio. No eras de mucho caminar. Hicimos juntos muchos kilómetros, quemamos un coche, me fiabas las jarras en el bar, incluso te enfadabas si lo que llevaba entre manos no era de tu agrado. No puedo parar de llorar.
Siempre abrías el paquete de ducados por el culo, trucos del albañil, si no había, el davidoff era su sustituto, de vez en cuando te vi coger alguna calada de un porro, supongo que para que nos riéramos ya que no eras consumidor. Una nochevieja, esa misma tarde, nos juntamos 40 y nos fuimos a celebrarla a un restaurante chino, los acababan de poner y te molaba mucho el buen comer y gustar de todo en todos los sitios. Recuerdo al chino tocar el gong al ritmo de las campanadas porque no había tele y sobre todo sobre todo, la lluvia de rollitos de primavera que hicimos nada más empezar.
Ya no estás, bueno sí, en el depósito me dicen, esperando que una autopsia certifique que tu corazón falló y dejó de sonar. El mío lo hace ahora fuerte pensando que me tocará, a mí y a todos. para eso venimos y de igual a igual, nos marchamos. Solo deseo que no os haga llorar aunque sé que eso es imposible para todos los que tuvimos, admiramos y sentimos a alguien como Urko a nuestro lado. Descansa en paz.
Nos despedimos de ti un 20 de noviembre de 2014 en el cementerio de Torrero a la una del mediodía.
Enlazo el corto de Jorge Nebra con el Luisito y Manolo como únicos actores ¡Y QUÉ ACTORES!


miércoles, 5 de noviembre de 2014

Érase una vez allá por los ochenta...




Un colectivo llamado Bustrofedon se hizo con unas pesetillas de la diputación y el ayuntamiento de Zaragoza apostando por el cómic. No fue este la primera incursión del dibujo y la ilustración en terrenos subvencionados pero sí que dió alas para otro tipo de programas. Recuerdo aquella época como la de "a la caza de la subvención" por las cantidades que aportaba a la cultura.
Fue magnífico ver como nacía una revista, de la que hoy hablamos, parida integramente en Zaragoza bajo los auspicios eso sí, de Diputación y Ayuntamiento. Del colectivo integrante podíamos estar hablando toda la noche, toda digo, quedarían restos no orgánicos por la mañana porque eran unos máquinas. Luis Royo, Manuel Strader, Ricardo Joven, Antonio Altarriba, Samuel Aznar y Manuel Martínez firmaban, con la maquetación de Jesús Lapuente, estos tres primeros números de un cómic prematuro si lo comparamos con la dilatada carrera de los nombrados. No hay más que ver la cantidad de publicaciones que tiene Luis Royo hoy, para saber de qué estamos hablando. Año 1986, España acababa de entrar junto con Portugal en la Unión Europea y había referéndum nacional por el ingreso de España en la OTAN. En la televisión se comienzan a ver programas matinales.
Se pierde la censura, el miedo, España explota de cultura e incluso el sudor alcanzado parece que huele bien. Todo correcto, es de nuestro agrado, jamás volveré a tener 22 años.
Voy a poner unos nombres de dibujantes para que veáis el grueso que significó esta publicación hecha en Aragón: Enrique Luna, Jonás, Carlos Azagra, Aitor, Kalpurnio, Dionisio Platel (un grande), Victor Gomollón, Antonio Póstigo, José L. Marco, Luis de Salas, Fernando de Felipe, J. Lapuente, Aitor, JL. Allué, Alberto Calvo, Isidro Ferrer, Mastral, Toño Hernández, Isabel y alguno/a que me habré dejado.

Os dejo con las dos páginas publicadas por Luis Royo en el tercer número, si no me corrige nadie, el último publicado.